jueves, 26 de noviembre de 2009

Bebé número uno


Poco tiempo le duró el reinado a Lucía. Sí, el reinado. No es que fuera parte de la monarquía, pero ya se sabe, en casa, el más pequeño es el rey. Al principio todo era muy bonito. Le daban lo que quería, la achuchaban constantemente, no necesitaba morritos para obtener caprichos y lo mejor de todo, es que como era tan pequeña y sus hermanos tan mayores, todos la malcriaban.

Aunque esto último es lo que le pasó factura cinco años después de que se cegara con la primera luz. Su hermana mayor, casi su segunda madre, estaba embarazada... Lo que había empezado como un paseo por los alrededores del cementerio y una apuesta tonta, había seguido con un prometedor romance y que culminó con un pequeño en la barriga de la hermana.

AL principio le hacía gracia eso de ser tía siendo tan pequeña, le gustaba incluso pensar que sería como su hermano pequeño. Pero lo cierto es que odiaba que ya empezaran a dejarla un poco a un lado. Que si ropita para el bebé, los preparativos para el parto, los nombres que escogerían... todo les hacía mucha ilusión, pero, ¿qué pasa con Lucía? ¿Por qué ya no hacen gracia las cosas que hace? ¿Por qué ya no se ríen de cómo habla? Todo empezaba a estropearse, quería que le hiciesen caso sólo a ella...

El pequeño llegó en Navidad. Cuando lo vio, no se podía imaginar que una cosa así de arrugada y roja pudiese ser parte de su familia. Sentía una mezcla de tristeza y alegría, sabía que a partir de ahora tendría que compartir protagonismo con el bebé, o incluso dejar que fuese él el centro de atención.

Es algo normal, todos los niños se sienten fuera de sitio cuando viene algún otro. Sea como fuese empezó a camiar de opinión. Le gustaba ser mayor, bueno, más mayor. Simplemente, aprendió a quererle.

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