sábado, 9 de enero de 2010

Mamá, quiero ser artista...

Le gustaba cantar. Siempre estaba pendiente de la música que sus hermanos escuchaban: Alaska y los pegamoides, los inicios de Bon Jovi, Queen, Cristina y los Subterráneos, Hombres G, Duncan Dhu... Antes de dormir, se pasaba un rato con su papá, le encantaba que le tarareara canciones antes de terminar el día. Y cuando el sueño le vencía, Lucía le metía los dedos en los ojos para que siguiera cantando, no era un modo muy sutil de mantener despierto a alguien, pero por lo menos, seguía entreteniéndola hasta que al final era ella la que era vencida por el sueño.

Su canción favorita variaba según el momento del día. A la hora de despertar, su mamá la despertaba con "las mañanitas" adaptadas; a la hora de la comida, amenizaba el almuerzo con la famosa canción del cuartel, la chiquitita y el vestido de volantes; para la siesta, el "pobre de mi cunita"; y para dormir por la noche, el tralará de la pantera rosa mientras su papá le hacía cosquillas en la nariz.

No había pasado desapercibido el supuesto "talento" de la niña para la música. Como a todos le hacía gracia la manera de moverse y de cantar, compraron un micro para enchufar a la vieja minicadena y que se pudiera escuchar por los altavoces, mientras sonaban las canciones de la época. "Mamá, ¿por qué no la llevamos a la tele?" decía su hermano muchas veces. Pero claro, si iba a la tele, Lucía tenía que grabar un disco, ¿no?

No se cortó mucho a la hora de escoger el formato de su primer single, cogió la mayor parte de las cintas de su hermano, eligió la canción que mejor se le daba, y se dedicó, con la ayuda de Asun, a grabar la misma canción, en todas las cassettes.

A éste no le hizo mucha gracia, por lo menos, no volvió a decir que llevaran a Lucía a la tele, quizá en un intento de proteger los vinilos en casa.

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