domingo, 15 de noviembre de 2009

Ojos azules


Dicen que cuando conoces a alguien especial, no puedes dejar de mirar a sus ojos, el sitio donde encuantras su alma. Donde eres capaz de ver un engaño, la tristeza, la alegría, de donde sale la expresión sincera de lo que se piensa.

Con ojos azules estaba en un bar, un pub de los de ahora, con la música bien alta, a tantos decibelios que era imposible que el camarero entendiera lo que pides, lo ideal para que alguien se te cerque para hablar, te susurre, te agasaje con lo que en ese momento quieres oir. También él estaba allí. Ya se conocían de tiempo atrás. Le había escrito una carta cuando eran adolescentes, las cosas que se hacen cuando sientes mariposillas... Se le acercó, comenzaron el ritual del tonteo, pero ella como siempre, se negó. No quería por el momento ninguna relación.

No se puede decir que él no fuera insistente. Cada vez que la encontraba, se le acercaba para hablarle. Quería que viera en él algo más, no un chico que quisiera aprovecharse de ella, que le interesaba de veras, aunque llevara lentillas azules... pero nada, si algo la caracteriza es su tozudez.

¿El mito de que "el que la sigue la consigue"? En este caso es falso, viene más a cuento uno aplicado a las mujeres y que consiste en que si no las hacen caso, se ponen nerviosas, se extrañan y son ellas las que terminan buscándoles a ellos. Típico comportamiento femenino.

Le buscó, le echó en cara que por qué no la buscaba, por qué ya no le interesaba. Él ya se había cansado de que le rechazara y cuando se disponía a devolverle todas las cosas que había guardado, ella le abrazó y le besó.

Cuando le preguntas qué es lo que le enamoró la primera vez que la vio, él responde entre risas: "sus ojos azules".

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