
Cuando ves por primera vez la cara de alguien y en ese instante se para el tiempo y tu respiración, deja de ser una mera cara, pasa a ser un anhelo, quieres que sea un recuerdo.
Antes de abandonar el pueblo, la hermana mayor dejaba atrás un romance. Aún no era nada formal, un par de citas furtivas, los padres no conocían la situación. La primera vez que se vieron, ella iba comiendo castañas con una amiga, por el camino del cementerio. El paseo era agradable, las sombras eran abundantes pues los cipreses recorrían el camino dando frescor a la vez que suvizaban las altas temperaturas de la campiña. A lo lejos una nube de polvo envolvía un muchacho que conducía una vieja moto. Una mirada que duró un instante bastó para que ella convirtiera su cara en el recuerdo que guradaría en su corazón.
La verdad es que al principio él era un poco caradura. La relación comenzó por una apuesta que había llevado a cabo con un amigo... parecía argumento de una película, pero así sucedió. Ella, cómo no, estaba ajena a la apuesta y aunque estaba enamorada, dejó la relación.
Si hay algo que los hombres ignoran, es el potencial de una mujer herida. No es que vayan a someterlos a su venganza, pero tienen un poder especial que hace que los hombres caigan rendidos a sus pies. La primera vez que volvieron al pueblo de vacaciones, algo había cambiado. Parecía que el cuento había cambiado. Ya no era ella la que suspiraba por las esquinas, ahora, él hacía lo imposible por encontrarla. Desde luego que la indiferencia de una mujer para con un hombre, puede llegar a ser muy eficaz...
Una vez consolidado el romance, había que decírselo a los padres. Aunque el tiempo pasase, los dictadores hogareños de los tiempos de María Antoñeta, no habían cambiado, tan solo había seguido una evolución. Al presentarle a los padres él debía mostrarse lo más amable posible. Tenía que dar la impresión de ser buena persona, educado y para nada tomador de mujeres sin más. Y para ello, ¿qué nejor que pasar el rato con una pequeña bebé recién nacida? Así, mostraría habilidades con niños y cierto instinto paternal.
Reconocer que esto no le sirvió de mucho. al padre, hombre serio donde los haya, no le causó buena impresión, tal vez inducido por las habladurías de la gente. Parecía que había olvidado lo que le costó cierta vez ganarse a la familia de su esposa. Pero de igual modo tardó en aceptar la relación. Hubieron de participar varios familiares, convencerle de su buena fe. En fín, menudas pruebas habían de pasar los jóvenes...
Cualquiera diría que en el camino del cementerio puede dar vida, ser capaz de crear historias... allí donde al final terminan las caras, los anhelos, los recuerdos... nosotros.,
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