martes, 19 de enero de 2010

Bebé número dos

¿Donde caben dos caben tres? Ja... que se lo cuenten a Lucía.

Transcurrían tiempos buenos para la pequeña, ya tenía una década, además sabía escribir su edad con números romanos, sí, eso era lo más fascinante que te enseñaban en la escuela en los 90. Mantenía su reino a medias, cuando llegaba el peque algún finde todos parecían no haber visto un bebé en su vida. Todos son iguales, qué mas da que lo vistan de tuno, que cante una poesía nueva del cole, que le hayan hecho fotos vestido de pastorcillo... Lloran, patalean, tienen mocos, se les cae la baba...
Pero son taaaaaaaaan adorables... hacen unas gracias y discen unas cosas...

Ni a uno ni a otro les duró el reinado más de lo necesario. Ya venía de camino el bebé número dos. Fue un verano raro, teniendo que comprar magdalenas a horas de siesta, porque al parecer la niña reclamaba azúcar desde la barriga de su mamá. El hermano al principio estaba interesado, tocaba la berriga de la mamá, se reía de las pataditas... Sí, esto me suena, la misma historia del bebé número uno. Mal de muchos consuelo de tontos, ¿no? Pues no. Quizá es que Lucía ya era mayor, quizá es que no quería que otros se sintieran mal.

Lucía deseaba todas las noches que la niña, porque era una niña, naciera esa noche. Así no tendría que ir al colegio y soportar locuras tipo "casita de chocolate", "Adriano, el emperador romano", y demás lecciones que tenía que aprender. Pero esa noche se cumplió. La mamá de Lucía se fue en el primer AVE, más tarde se irían Lucía y su papá. Se presentaron en el hospital y se extrañó de que la pequeña aún no hubiera nacido. Lucía recorrió los pasillos por lo menos mil veces con su hermana. Quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho... baldosas. Nada, que no salía.

A las diez de la noche se marcharon a dormir, que el pobre padre de los niños estaba cansadísimo por no haber podido dormir en días. Apenas llevaban minutos durmiendo cuando avisaron que la niña estaba a punto de nacer. Pobre... otra vez camino al hospital.

Recibieron la noticia del nacimineto de la niña ya de madrugada, mientras Lucía y su otra hermana comína turrón de almendra en el brasero. Lucía ya tenía oficialmente dos sobrinos. Oooh...

Era como una lentejita. Chata, morenilla, muy pequeña y regordeta. Tenía unos oos enormes, cerrados y descansaba con mucha serenidad.

Creo que definitivamente, Lucía comprendió que donde caben dos lo hacen tres.

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